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LA GATA NEGRA

 

 

 

 

 

 

Hace años cuando vi la película en España estábamos a cero en el tema homosexual, y recuerdo que salimos del cine con muchas interrogaciones...¿por que?...¿Porque Bárbara Stanwyck no dejaba bajar al prostibulo a Capucine? y seguíamos caminando en una nube de incógnitas, hasta que pasados los años comprendimos los motivos... Así eran los tiempos en los que yo me hacia mayor... y que diferente es todo ahora..

SIMPLEMENTE QUERÍA HACER ESTE COMENTARLO.

 

 

 

Un film negro sobre la prostitución en la época de la gran depresión, donde se hacía cualquier cosa para sobrevivir, y posteriormente resultaba imposible cambiar de vida debido al entramado que hay detrás de todo lo que engloba la prostitución y quienes lo manejan. Muy actual pese a los años del film, pues refleja el dramatismo fielmente y consigue su propósito....hasta el final de la película, que no podía ser de otra forma.....

 

Nos encontramos en una carretera en medio de ninguna parte durante los años que siguieron a la Gran Depresión de 1929: el joven Dove (Laurence Harvey) es un granjero tejano que vagabundea y viaja en autostop camino a Nueva Orleans en busca de Hallie Gerard (Capucine), la novia artista de origen francés a la que hace tres largos años que no ve y de la que con el tiempo ha dejado de tener noticias. En su viaje se cruza con Kitty (Jane Fonda), otra joven sin hogar, un tanto salvaje, que también se dirige a esa ciudad y en la que encuentra compañía, intentando detener juntos algún camión que les adelante un buen trecho de camino, malviviendo de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad, o asaltando como polizones algún vagón abierto de un tren de mercancías que viaje hacia el sureste. Sus pasos les llevan a las afueras de Nueva Orleans, hasta el Café de Teresina Vidaverri (Anne Baxter), una viuda tejana que regenta un bar con clientela primordialmente masculina, que acuden allí,  más por los encantos de la mujer que por la calidad de la comida. Tras un hurto cometido por Kitty en el Café, Dove se aparta de ella y se queda a trabajar en el local de Teresina, que, sintiéndose atraída por él, le ha hecho una buena oferta, mientras aguarda respuesta al anuncio que ha puesto en el periódico en busca de Hallie. Cuando éstas por fin llegan, Dove descubre una verdad dolorosa: Hallie no sólo no quiere saber nada de él, sino que vive y trabaja en la lujosa Casa de Muñecas, un burdel propiedad de Jo Courtney (Bárbara Stanwyck), con la que mantiene una relación lésbica.

 

 

 

La película puede dividirse en dos partes: la búsqueda, un rutinario relato de viaje e interacción con personajes y situaciones sobrevenidos, y el hallazgo, a partir del cual se establece una común historia de rescate, salvación y redención que durante una buena parte del metraje... Son el excelente trabajo de cámara, el equilibrado ritmo, la magnífica labor de ambientación, maquillaje, vestuario y dirección artística (tanto en la recreación de interiores como el café de carretera o el lujoso y estilizado burdel, así como en la captación del ambiente de música de jazz- y frivolidad de la famosa ciudad de Luisiana durante los años 30) los puntos fuertes de la película, fenomenalmente acompañados por la música de Bernstein y una eficaz fotografía, a un tiempo luminosa y sórdida, de MacDonald, así como la conjunción de un reparto que une a Harvey con la incipiente Jane Fonda, la bellísima Capucine, modelo francesa y dos “viejas glorias”, Barbara Stanwyck, que tenía ya 54 años y Anne Baxter, que con sólo 38 estaba a punto de poner fin a su carrera cinematográfica para autoexiliarse en Australia. La gata negra contiene diversos tonos y formas, desde los aires del comienzo al melodrama puro de su cuerpo central, que posee por igual tanto un decidido aire de drama sureño al estilo de William Faulkner o de Tennessee Williams como un guiño constante a los temas y atmósferas propios del cine negro clásico.  La impresión que produce la película es que se ha volcado en el guión de la historia con cuidada meticulosidad.

 

 

Lo mejor de la película la interpretacion de la veterana Bárbara Stanwyck como celosa y posesiva amante, que no duda en echar mano de sus esbirros (un genial catálogo de tipos duros, desde el chulo de Oliver al camarero permanentemente armado con un bate de madera o el propio ex marido de la madame, un inválido que carece de piernas y se mueve gracias a un carrito que arrastra con la fuerza de sus manos) para retener a su lado al objeto de su obsesión amorosa, y la frescura inicial de Jane Fonda, herramienta fundamental en la conclusión del film. Destaca igualmente la presencia permanente del erotismo, de las insinuaciones sexuales, tanto en el vestuario de Baxter, Fonda y Capucine y en el comportamiento de los hombres que las rodean -esos clientes del Café que piden aquellos consumibles que obligan a la viuda a volverse y agacharse. Interesante drama que mezcla tramas amorosas y denuncia de la falsa elegancia de la prostitución de lujo, en realidad un sórdido emporio de explotación. Rodada por el siempre controvertido Edward Dmytryk, que provocó el escándalo entre el público puritano poniendo en escena, hasta donde pudo hacerlo, tabúes como la prostitución, incluso de menores, y la homosexualidad. El título español alude a los magníficos créditos de Saul Bass, la metáfora del mundo que se va a retratar: una gata negra deslizándose al acecho por callejuelas y peleándose con otro gato. Es el mundo salvaje y despiadado del título de la película, que a través de las carreteras de Texas y Louisiana llega hasta New Orleans, una ciudad movida por el sexo y el dinero y acompasada con la espléndida banda sonora de Elmer Bernstein.

 

 

 

Dove, un chico de Texas, enamorado, busca a Hallie,  que desapareció de su vida cuando él tuvo que atender a su padre enfermo, pero cuando la encuentra en New Orleans descubre que ha caído en las redes de un burdel de lujo... Una prueba que encuentra su similitud en la historia bíblica de Oseas y Gómer, el hombre enamorado de la prostituta a la que quiere salvar, relatada por el propio Dove, un hombre creyente, tan orgulloso como honesto, que exige a un predicador callejero que deje de predicar odios y castigos y predique perdón y amor. La intriga principal estriba en ver si el enamorado logrará finalmente su propósito de rescatar a Hallie tanto de sus proxenetas como de sí misma, ya que esta con su nueva vida a falta de otra posible, no quiere cargar a Dove con la vergüenza de su condición, en esa hipócrita sociedad que aprecia al que paga por pecar y desprecia a la que peca por la paga. Por otra parte, los proxenetas no dejan marchar fácilmente a sus víctimas, y menos si las reclutan, como en este caso, entre chicas marginales, incluso presas, a las que no le queda otra salida más honorable que vestirse elegantemente para sacar el dinero a los ricos de la ciudad. Pero hay que complicar y enriquecer la historia principal, y aquí entra un plantel de soberbias actrices que, cada una en su edad y registro, demuestran la razón de su fama: una joven Jane Fonda que gana un globo de Oro por su papel de Kitty, una joven rebelde, amoral e impulsiva que se escapa de casa a vivir la vida y que acabará como prostituta en la Casa de Muñecas; una dulce y maravillosa Anne Baxter, y una madura y sofisticada Bárbara Stanwyck como Jo, la fría, atormentada, y perversa madame del burdel. Stanwyck está perfecta como siempre en su línea de mujer fatal, pero con el añadido de ser una lesbiana enamorada de Hallie y casada con un hombre cuyas piernas han sido amputadas. El lesbianismo, aparte de los gestos, miradas y alusiones, se simboliza en ese busto de Jo que Hallie nunca termina de esculpir, que estrangula con un velo y que cubre enteramente cuando Dove va a visitarla. Eran otros tiempos y había que contar las cosas de otra manera si se quería contarlas. El final, es dramáticamente muy eficaz y da pie a una original solución con los créditos de Saul Bass, dando una brillante conclusión remitiéndonos a la metáfora del principio.

 

 

 

Edward Dmytryk nos dejó un buen recuerdo con su "Crossfire". Luego se diluyó entre cintas más mediocres. El atractivo principal de "La gata negra" reside en sus protagonistas femeninas. Por primera vez se vislumbra un amor lésbico... (la Garbo y la Dietrich ya hicieron sus encubiertos pinitos, sin olvidar tampoco a la Bacall de "El trompetista")... En su momento esta "Gata" escandalizó a más de uno. La historia es de una previsible corrección. Parece un film hecho a mayor gloria de cuanta animalidad y alevosía han presidido siempre toda clase de prostíbulos a lo largo y a lo ancho de este enfebrecido mundo de la sensualidad, pero que también han servido para dar cierto postín a los encubiertos encantos de tanta hembra hacia los hombres que no han conocido otro medio mejor para alimentar sus apetitos lujuriosos. Jane Fonda se estrena como sex-symbol irrefrenable. Su juventud es exuberante. Papá Fonda no sabía, ¡o no quería saber!, la joya que tenía en casa. ¡Y la niña se convirtió en gran actriz! Anne Baxter, hiciera de buena o de mala, seguía siendo deliciosa. La hierática Capucine jamás supo actuar por mucho empeño que pusiera en ello, pero tenía prestancia, y sus apariciones repentinas siempre preludiaban mucho más de lo que luego ofrendaba. Aquí consigue, no obstante, algún que otro momento espléndido: ¡su bajada a la casa de muñecas al son del rag-time! Hay preguntas que duelen y Capucine da respuestas magníficas. Barbara Stanwyck estalla, parece que se desmelena y Laurence Harvey era un actor aceptable como siempre.

 

 

 

La gata negra es un melodrama de tintes oscuros, que en su día fue motivo de escándalo. Se abre para pasar a unas primeras escenas que describen una película situada en los años 30, durante la época de la depresión económica americana. Cuando desocupados, aventureros y vagabundos se movían entre Estados buscando una salida a su mediocre existencia. Dmytryk confesaba que las películas deben tratar de seres humanos, de sus sentimientos y sus carencias, esto es lo que nos muestra el director. Dove es un personaje saturado de lecturas bíblicas, que siempre tiene a mano una oportuna cita religiosa, y que cree en el amor como catalizador del ser humano, aunque de forma inocente, pues se resiste a las circunstancias y al destino. Todos los conflictos que se anuncian en el film apuntan a la creación de una extraña atmósfera puritano-perversa. De esta forma el melodrama culto estaría servido, y Dmytryk, a su vez, lo muestra rodeándolo del envoltorio de calidad de la época, que va desde la sombría fotografía en blanco y negro hasta el jazzístico subrayado por Elmer Berstein, pero yo me quedo con la puesta en escena muy inteligente del director, por ejemplo: cuando Hattie y Dove vuelven a encontrarse después de una larga separación, Hattie, cubre con su pañuelo el rostro esculpido de su amante ...Quiero recomendar su visión por el gran trabajo de los actores que brillan a gran altura.

 

 

Al ir a ver esta película recomiendo olvidarse del título original, que por casualidad lo tomó Lou Reed para su famosa canción, años más tarde fué: 'Walk on the Wilde Side'. Claro que su punto de referencia no era la película, sino la novela de Nelson Algren, y que la película dulcifica y simplifica hasta hacer irreconocible. O sea: solo si uno se olvida de la novela y de Lou Reed (¡que pensó en hacer un musical con ella!) puede acercarse a la película con posibilidades de disfrutarla con sus muchos atractivos. Porque en conjunto es otra gran película de Dmytryk, un verdadero especialista en aprovechar su talento. Los actores, uno a uno, están excepcionales...Como todo lo realizado por Dmytryk, hay momentos brillantes, visualmente poderosos, deslizamientos narrativos elegantes y queda la amarga historia en la que todo el mundo estaba enamorado de quien no debía, porque no le podía corresponder, y el tiempo no hace más que sacar las cosas de lugar.

 

 

 

Preciosa la gatita negra que aparece por los títulos de Saul Bass y justifica la portada del libro, en su nueva edición: a lo largo de los años ha tenido tres títulos y es ahora cuando ha recuperado el original, que ya veo que no podré evitar repetir como colofón a este comentario, con la entonación adecuada:

 “I said, hey honey, take a walk on the wild side, and the coloured girls say doo doo doo, doo...”

 

 

Una gran película, que a nadie defrauda y por solo contemplar a Jane Fonda, se nos remueven los pensamientos hacia un lugar llamado sexo, donde bailan esos cuerpos que nos hacen sentirnos vivos, dentro de este film que recomiendo personalmente.

 

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