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UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD

 

 

 

 

 

 

 

 

Sobresaliente película que trata de las intrigas de la iglesia pre-anglicana y de la corte de Enrique VIII, para que este, siguiendo sus intereses erótico festivos, pudiera hacer en su reino, y en su vida, todo lo que se le antojara, bajo pena de alta traición y hachazo del cuello en la Torre de Londres. Se contextualiza en el último divorcio entre Inglaterra y España, encarnado en Enrique Tudor y Catalina de Aragón. Cuenta la última etapa de Sir Thomas More, un hombre comprometido con sus creencias hasta el punto de renunciar a su propia vida por mantenerlas. Un héroe involuntario, insufrible para el poder, que predicó con su ejemplo. No hay que asustarse demasiado. Los temas eternos, tras la Grecia clásica y algún lustro revisionista más o menos perdido en la historia, nunca han estado de moda. Por eso se denominan clásicos. Ni soy quien, ni conozco a Augusto M. Torres como para reprenderlo. No sé si su “frase” está o no fuera de contexto, aunque el aburrido tribuno de El País no parece haberse quejado de eso. Es una pena que, desde los más populosos púlpitos, no se haga más por difundir los más constructivos pensamientos. Tal vez en la sociedad de los videojuegos haya que advertir que puede costar entrar en un guión tan prodigioso como calmado, pero la primera vez que me quedé prendado de esta película, tenía la cara de adolescente, aunque no lo fuese... Si mi padre me hubiese dicho que era una película teatral y aburrida, no creo que me hubiese sentado a verla...Pero relata hechos históricos tan notables que siguen de actualidad hoy en día. La película trata, y trata muy bien, temas como la objeción de conciencia, el soborno, la autoestima, la fidelidad a uno mismo, la traición, la mentira, la corrupción del poder totalitario, la defensa de la verdad, la intromisión de las leyes en la intimidad del ser humano, en su propia asertividad. Trata del reconocimiento social y la renuncia libre. Trata del derecho al silencio y hasta de neurolingüística aplicada. Es apasionante, a poco que seas capaz de entender lo que se dice, y desde luego, en VOS, o doblada en castellano, es una goce total. El guión está lleno de frases para la eternidad. La lista sería larguísima. Creo que Zinneman hizo muy bien orquestándolo sin efectismos ni artificios. Con sobriedad espartana. Creo que lejos de ser criticable, es una de sus mayores virtudes. En la película solo puede reinar la palabra. La primera versión de esta obra fue escrita por Robert Bolt en 1954 para la BBC.  Adaptada para el teatro, se estrenó en Londres en el Globe Theatre del West End el 1 de julio de 1960 y se representó con éxito durante varios años. En Broadway, el estreno tuvo lugar el 22 de noviembre de 1961, en el ANTA..

 

 

La escenificación en la escena final del tribunal, cambia a un entorno más naturalista... Además, aunque el duque de Norfolk fue el juez tanto históricamente como en la representación del juicio en la obra, el personaje del juez principal (Jack Gwillim) fue creado para la película. Norfolk todavía está presente, pero juega un papel menor en los procedimientos. El título refleja el retrato que Bolt realizó de Tomás Moro, como un hombre de conciencia, que se mantiene fiel a sus principios y a su fe bajo todas las circunstancias y en todo momento. Bolt tomó prestado el título del filólogo británico Robert Whittington, un contemporáneo de Moro, quien en 1520 escribió sobre él:

"Moro es un hombre con el ingenio de un ángel y un conocimiento singular. No conozco a su semejante. Porque, ¿dónde está el hombre de tal dulzura, humildad y afabilidad?"...

 

 

 

 Y como el tiempo lo demandaba, un hombre de maravillosa alegría y afición, y en algún momento de tan triste gravedad. Un hombre para todas las estaciones. Paul Scofield hizo de protagonista tanto en las obras del West End como de Brodway, y había sido premiado con un Tony al mejor actor principal en una obra de teatro. Sin embargo, los productores temían que Scofield no fuera un nombre lo suficientemente famoso como para atraer al público, por lo que los productores se acercaron a Richard Burton, quien rechazó el papel. Laurence Olivier también fue considerado, pero el director Zinnemann exigió que Scofield fuera elegido. La película es sobria, pero lejos de ser una carencia lo considero una virtud, ya que muestra como ser puede ser un héroe sin pretenderlo, y de un modo natural, corriente. El tema es super actual, la objeción de conciencia, la corrupción del poder autoritario que quiere convertirse en totalitario, invadir la esfera más íntima de la persona. La defensa de la verdad hasta las últimas consecuencias. El guión es lo mejor de la película, especialmente fiel a la realidad histórica la representación del juicio, los diálogos son tomados de las actas que se conservan del mismo. Requiere ser vista varias veces para calar en los densos diálogos y en lo profundo del mensaje.

 

 

Desde el punto de vista histórico guarda una fidelidad increíble. Retrata perfectamente la corte de la mitad del siglo XVI británica, así como el factor económico desde el trono y la angustiosa envidia desde Cromwell son las verdaderas causas de la escisión de la Iglesia Católica de ese reino y nacimiento del anglicanismo. Es un auténtico canto al honor, la gallardía y la coherencia encarnado en el personaje de Sir Thomas Moro. Leyendo una crítica tengo fundadas sospechas de que quien la escribió o no ha visto la película o se ve obligado a menoscabar todo lo que representa limpieza de espíritu, honorabilidad y veracidad. Alec Guinness fue la primera opción del estudio para interpretar al Cardenal Wolsey, y Peter O'Toole fue la primera opción para interpretar a Enrique VIII. Richard Harris también fue considerado. Bolt quería que el director de cine John Huston interpretara a Norfolk, pero se negó. Vanessa Redgrave originalmente había interpretado a Margarita, pero tenía un compromiso teatral. Ella aceptó realizar un cameo como Ana Bolena con la condición de que no se le pagara ni que fuera mencionada en la publicidad del filme. Para mantener el presupuesto en menos de $2 millones, todos los actores tomaron recortes salariales: solo Scofield, York y Welles recibieron salarios superiores a £10 000. Para interpretar a Rich, su primer papel importante en el cine, John Hurt cobró un sueldo de £3.000. Redgrave apareció simplemente y se negó a aceptar dinero.

 

 

A Man for All Seasons recibió numerosas evaluaciones positivas de críticos de cine, con una calificación del 80% en Rotten Tomatoes, con una calificación promedio de 7,8/10, en base a 35 revisiones. El consenso de los críticos afirma: "La cinematografía sólida y las actuaciones de Paul Scofield y Robert Shaw añaden una chispa a esta adaptación deliberadamente marcada de la obra de Robert Bolt". A.D. Murphy de Variety escribió: "El productor y director Fred Zinnemann ha mezclado todos los elementos cinematográficos en una excelente, atractiva y conmovedora versión cinematográfica...No es que tenga alguna frase memorable, es que todos los diálogos son memorables. NO he visto nada mejor. Mil ejemplos de como debe actuar un hombre prudente con mayúsculas. Mil ejemplos para utilizar en los mejores libros de educación y psicología. Es lo opuesto de lo que se estila tantas veces. Donde se encuentra un cine saturado de "héroes" que se saltan cualquier límite a la torera para ser "buenos", aquí vemos como actúa un hombre que es capaz de vencer con todo en contra, sin saltarse una coma de la más mínima norma moral. Lo mejor de todo es que este hombre existió, que este ejemplo es real, y cualquiera puede imitarle, que no hace falta que seamos ricos... La película parece una grabación de lo que realmente ocurrió en ese tiempo. El actor que encarna Tomás Moro es impecable, pero es que los demás están al mismo nivel, Enrique VIII, Cromwell, su esposa... Es muy, muy difícil hacer crítica de esto, porque el resultado es brutal. Nada sobra, nada falta. esta simplicidad tan efectiva deja tan desarmado como aturdido. ¿A quién, sino a su conciencia, debería ser fiel un hombre? La conciencia es aplicación a la verdad, apego a los principios y lealtad a Dios. Y si el hombre no sigue a su conciencia, le está diciendo hasta pronto a la dignidad, adiós a la felicidad… y quizás hasta siempre, a la paz de su alma.

 

 

 

Creo que Thomas More, fue el hombre que entendió con rigor este principio, y con profunda y muy íntima lealtad a Dios, se la jugó en contra del rey Henry VIII, quien dispuesto a separarse para contraer un nuevo matrimonio -ávido de asegurar a su futuro heredero-, estaba decidido a manipular a quien fuese necesario y a sacrificar a quien quiera que se opusiera a sus caprichos. La historia de este singular rey, debería ser estudiada muy seriamente en las escuelas y especialmente en las aulas de Derecho, porque da perfecta cuenta de cómo el universo se burla de la soberbia, y de cómo un hombre de pleno derecho como Thomas More, puede ir más allá de las leyes para demostrar que la verdadera justicia radica en la moral. En la deplorable vida de este soberano, todo comenzó cuando casado con Catalina de Aragón, hija de los reyes católicos de España -quien hasta poco antes había estado casada con el hermano mayor de Henry y aspirante al trono-, de seis ocasiones que ella consigue dar a luz, tan solo tiene a un hijo varón… pero este fallece ¡a los 52 días de nacido!. Convencido de que se trata de un castigo divino sentenciado en la Biblia: “No deshonres a tu hermano teniendo relaciones sexuales con su mujer”, el rey asume que Catalina lleva consigo una maldición y decide separarse de ella....más ahora que se siente locamente atraído por una bella, esbelta y coqueta muchacha llamada Anna Bolena, la cual no tiene un pelo de tonta y sabe cómo calentar la plancha sin permitir que el hombre le planche la ropa hasta haber conseguido ceñirse la apetecida corona. Ante la denegación rotunda del papa Clemente VII, comienza entonces la lucha del rey inglés para lograr que sea aprobada su separación por su amigo –y por un corto tiempo canciller- More y por los manoseables prelados de su reino, con quienes también tendrá que hacer una buena jugada. Aquí comienza esta impactante, aleccionadora e inmortal historia que, Robert Bolt, ha convertido en una brillantísima obra dramática -transformada a guión cinematográfico por él mismo-, y llevada al cine por Fred Zinnemann, con un pulso de verdadero maestro, donde todo se conjuga pulcro, justo y de manera esplendorosa. Unos diálogos impecables, brillantes y profundos –de lo mejor que nos ha dado la historia del cine-; unas actuaciones donde cada quien hace lo suyo como si le viniera del alma (Paul Scofield, Leo McKern, Robert Shaw, Wendy Hiller); y una puesta en escena mesurada y de excelente gusto, hacen de “UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD” una utopía que pudo realizarse. Tenía plena razón, Erasmo de Rotterdam, cuando refiriéndose a Thomas More le llamó “Un hombre de todas las horas”. De manera semejante le recordaría Zinnemann....como.. “A man for all seasons”.

 

 

 

No hay que confiar mucho en la fiabilidad de las películas históricas, ni en el cine clásico ni el actual. El Espartaco de Kubrick no se parece al que describen los textos; El Alamo de John Wayne reinventa lo realmente ocurrido; El Cid de Mann e incluso La batalla de las Ardenas, de Annakin. El cine es, ante todo, espectáculo, y ajusta a él sus guiones, incluso cuando el director se esfuerza en acercarse más a los hechos históricos, como en Lawrence de Arabia o Cleopatra. Esa exigencia del séptimo arte puede aplicarse a "Un hombre para la eternidad", de Fred Zinnemann. Zinnemann fue un liberal que ya había dirigido films parecidos donde un hombre se queda sólo frente a una comunidad, sea el sheriff de "Sólo ante el peligro" o el maquis de "Y llegó el día de la venganza". Al adaptar la obra del inglés Robert Bolt fue muy fiel al texto, pero más que la biografía de Tomas Moro pretendía reflejar los ideales del liberalismo de su generación. Moro es un santo polemizado, pues fue duro con los herejes, aunque no es cierto que los hiciera torturar. Eso forma parte de la leyenda negra contra los católicos creada por los protestantes. Bolt y Zinnemann despreciaron muchos detalles de la biografía del santo, como que tuvo tres hijas (una era de su segunda mujer) y un hijo; o los severos juicios que hizo a protestantes cuando fue canciller. Ambos se concentran en el enfrentamiento entre Moro y Enrique VIII por la cuestión del divorcio del rey. Ese es el gran conflicto del film y el eje en torno al cual gira el mismo lo encontramos en la fidelidad de Moro a su conciencia. Pero aclaremos esto: el personaje, ejemplarmente interpretado por Paul Scofield, sabe que el papado es corrupto y en una secuencia de la película lo reconoce. Lo que defiende es el principio de que el rey no tiene ningún derecho a convertirse en cabeza de la iglesia de Inglaterra, es decir, a obligar a los ingleses a ser protestantes por su conveniencia de tener un heredero con una nueva reina. La corte inglesa de ese tiempo no tenía ningún escrúpulo moral ante sus necesidades. A Enrique VIII le importaba poco la religión y mucho el poder político. Igual le ocurriría a su hija Isabel cuando le convino ejecutar a María Estuardo.

 

 

 

La razón de Estado choca con la conciencia individual, algo que recuerda la caza de brujas de Hollywood. Ese es el tema del film, de gran calidad estética, brillantemente interpretado y con unos diálogos profundos y exactos. Sin duda Moro está idealizado e incluso Enrique VIII no aparece tan brutal como fue en realidad. Pero de esa manera se consigue transmitir con sencillez y sobriedad al gran público la idea de que la justicia no existe en un reino donde se ha condenado de antemano a muerte al que se ha de juzgar. La actualidad de este título es total. Hoy ocurre lo mismo. La justicia se ha puesto al servicio de la política y se usa la mentira como prueba contra los que estorban. Toda gran película va más allá del tema concreto que trata. Es eso lo que la convierte en clásica. Dudo mucho de que el sacrificio de Tomas Moro sirviera para algo. En ese tiempo los católicos quemaban a Giordano Bruno y los calvinistas a Servet. Y la Inglaterra protestante, surgida de modo tan ruin, triunfó en la historia posterior. Pero la imagen de un hombre que no traiciona su fe ni ante la muerte siempre me resultara admirable. La actuación de Paul Scofield fue particularmente elogiada. Kate Cameron del New York Daily News dijo: "Sobre todas estas actuaciones finas, incluida la representación opulenta, descarada y enérgica de Robert Shaw del rey, es Scofield quien domina la pantalla con su voz refinada y su firme negativa a doblegarse ante el rey, incluso a expensas de su cabeza". Sin embargo, Pauline Kael le dio a la película una crítica negativa, afirmando la poca emotividad de cada uno de los intérpretes. En 1995, con motivo del centenario del nacimiento del cine, el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales de la Santa Sede la incluyó entre las mejores películas. En 1999, el British Film Institute nombró a A Man for All Seasons la 43.ª película británica más grande de todos los tiempos. En 2008, ocupó el lugar 106 en la lista de 500 mejores películas de la revista Empire. Esta es una de esas películas que no se olvidan. Puedo asegurar que para los interesados en la Historia (y en el cine), es una cinta de las muy buenas en la que el productor y director Fred Zinneman condensa todos los elementos cinematográficos para ofrecer una versión incitante y hermosa del enfrentamiento entre Sir Thomas Moro y Enrique VIII, en lo que fue el origen del cisma de la Iglesia británica (anglicana) con la Iglesia vaticana de Roma.

 

Además de un gran guión del propio Bolt, libreto poético, hermoso y elaborado, la película funciona en gran medida por sus actores, sobre todo un enorme Paul Scofield, una leyenda del teatro británico, que interpreta a Sir Thomas More, un hombre ilustrado quien, fiel a sus creencias y principios, amén de ser un hombre de fe, se enfrenta al Rey con resultados dramáticos como es bien conocido. En el extenso reparto cabe destacar igualmente a un estupendo Robert Shaw en el papel de Enrique VIII, un excelente John Hurt como Richard Rich, Orson Welles como cardenal Wolsey o la brillante Wendy Hiller como Lady Alice More. Es una cinta teatral, densa y que aborda temas muy actuales como la objeción de conciencia y el poder totalitario capaz de corromper cuanto toca con tal de conseguir sus objetivos, incluso invadiendo lo más íntimo de las personas. Es sin duda una película para ver más de una vez. A la vez, la obra refleja perfectamente aquella realidad histórica, particularmente en la representación del juicio a More, pues los diálogos fueron tomados de las actas reales que se conservan del mismo.

 

 

Considerada una de las películas más importante de los años sesenta (6 Oscar, 4 Globos de Oro, 7 Premios BFTA, ), es de todo punto recomendable y, parafraseando su título, una ‘película para la eternidad’.El increíble talento de Fred Zinneman fue reconocido por muchos con esta más que notable película que trata las maquinaciones y las conspiraciones de la Iglesia y de los subordinados de la realeza para seguir sus intereses.

 

 

Es una película que con el tiempo se ha ido ignorando por la ignorancia del tema…y el divorcio de Enrique VIII con la reina española Catalina, para obtener matrimonio con Ana Bolena. La trama nos pone en la piel de Sir Thomas Moro, un hombre muy comprometido a sus creencias católicas que debe renunciar a su vida para seguir fiel a sus principios, ya que no considera correcto las libertades que se toma el monarca Enrique VIII para hacer en su reino y en su vida todo lo que se le antoje. Es una película además no apreciada por algunos ya que le quitó el premio a la mejor película, mejor realizador y mejor actor a la película ", para dárselos a ¿Quién teme a Virginia Wolf?". Sinceramente, considero que los premios realmente les pertenecían más a esta última película que he mencionado, pero como siempre, la academia ha querido valorar el trabajo de grandes cineastas o por su talento y no precisamente con su mejor obra. La cinta está además nutrida de un muy elaborado guión y de una rica fotografía y de un vestuario elogiable. Mención especial a todo el elenco de actores, con una pequeña intervención de Orson Welles, que realmente borda su interpretación.

 

 

 

 

Podemos concluir que estamos ante una obra de culto y una más que interesante película para todo aquel que aprecie el cine y sienta un mínimo interés por hechos históricos... No se la pierdan.

 

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