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LA VIDA EN ROSA

 

 

 

 

Es una canción que navega por mi vida desde hace años, representa antes y después en mi existencia y me sumerge en mi amado Paris de forma fulminante.

Quiero comenzar mi articulo impregnándome de ella...

Porque habla de cosas que viví, siento y sentiré siempre.

 

 

 

 

 

 

“No, no me arrepiento de nada. Ni del bien que me han hecho, ni del mal.

Todo eso me da igual. No, no me arrepiento de nada.

Todo está pagado, barrido, olvidado. Me importa un bledo el pasado.

Con mis recuerdos, he encendido el fuego, mis penas, mis placeres.

Ya no los necesito. Barrí todos los amores y todos sus temblores,

los barrí para siempre, vuelvo a empezar de cero.

No, no me arrepiento de nada. Porque mi vida, porque mis alegrías, hoy comienzan contigo…”

 

Edith Piaf

 

 

 

 

 

 

 

Paris es la ciudad que mas placer y alegrías ha dado a mi vida, en ella encontré Manderley, atravesé senderos que me condujeron a rozar con las yemas de los dedos plenitud y experiencia...Cuando he caminado por la orilla izquierda, no he podido impedir que una voz rota, extraordinaria, pero rota del dolor se apoderase de mi, y me sentía bien, siempre pensé y pienso que Paris es el lugar donde algún día volveré... es como esa Banda Sonora que me acompaña en mi existencia, sus notas me devuelven a la realidad, y tal vez por ello me siento obligado a escribir sobre LA VIDA EN ROSA, y repasar la vida de Edith Piaf, una extraordinaria mujer que ha deleitado a millones de personas de todo el mundo con su voz... también con su vida. Soy consciente que en la película hay muchos lienzos sin trazos, detalles que tal vez el director ha obviado: Pero mi mayor deseo es que mi articulo, reúna no solo la información de esta gran película, sino también la vida, y las palabras de las personas que estuvieron tiempo a su lado. LA VIDA EN ROSA, no es solo un film extraordinario, es también un despliegue único de los registros de MARION COTILLARD, que rebasa lo imaginable. Pero también trazos de una ciudad, una mujer y una época que siempre irán cosidos a mi mente y corazón. Conocer a Edith reunía estas cosas en su desgarbado cuerpo para orgullo de toda Francia... Todo tiene para mi una magia, unas vivencias, un deber y una importancia personal extraordinaria, pero hablemos de la autentica Edith...

 

Entre las muchas canciones que popularizó cabe destacar Mon légionnaire, Je ne regrette rien, La vie en rose, Les amants de Paris, Hymne a l’amour, Mon dieu y Milord. También actuó en las películas FRENCH CAN CAN, ETOILE SANS LUMIERE, PARIS, CHANTE TOUJOUR y tuvo romances con  Charles Aznavour, Georges Moustaki o Yves Montand.

 

 

Hace 59 años, murió la cantante Edith Piaf, un 11 de Octubre de 1963, genio de la música, nacida el 19 de diciembre de 1915 en Paris. Su vida estuvo marcada por la desdicha desde su más tierna infancia, lo que ejerció una influencia decisiva sobre su estilo interpretativo, lírico y desgarrado al mismo tiempo. Su aspecto desvalido le valió el nombre por el que es universalmente conocida:  "gorrión". Hija de un contorsionista acróbata y de una cantante de cabaret, su infancia fue triste. Sus padres se separaron muy pronto; la madre, alcoholizada y enferma, dejó la custodia de Edith a su marido y a una abuela paterna. Dada la precaria situación económica de la familia, Edith tenía que ganarse unas monedas cantando en calles y cafés de París. La situación empeoró cuando Edith, con 16 años, se quedó embarazada. En 1932 tuvo una hija a la que llamó Marcelle, pero murió a los dos años. La vida de la cantante quedó marcada por esta tragedia. Siguió cantando en cafés y clubs de la calle Pigalle, que rodeaba los locales menos recomendables del París de la época. Su vida cambió cuando, cantando en la calle, un transeúnte muy elegante se paró a escucharla. Ese hombre resultó ser Louis Leplée, propietario del cabaret Gerny’s, uno de los más conocidos de París. Tras una pequeña prueba, Edith fue contratada de inmediato. Su éxito no tardó en llegar y fue conocida como MOME PIAF. El propio Leplée instruyó a Edith para convertirla en una gran figura del cabaret. Era 1937 y acababa de nacer una estrella. Sin embargo, la vida volvió a castigar a la joven Piaf, ya que Leplée fue encontrado muerto de un disparo en el club que regentaba; la cantante fue sospechosa del asesinato. La prensa la acusó y la sociedad elitista parisina le volvió la espalda. Volvió a mezclarse con lo peor de los barrios bajos de París, cantando en sitios denigrantes y llevando una vida desordenada. Su consagración llegó tras la Segunda Guerra Mundial, cuando se convirtió en la musa de poetas e intelectuales del París existencialista y se ganó la admiración incondicional del público. Un letrista conocido como Raymond Asso, que era su amante, la ayudó a sobreponerse. Edith Piaf remontó el vuelo y volvió a los grandes escenarios de Francia, de Europa y de América. Se hizo muy amiga de Marlene Dietrich y se convirtió en la gran dama de la canción francesa, ayudando a talentos emergentes como Charles Aznavour, Georges Moustaki, Yves Montand o Gilbert Bécaud, y relacionándose con intelectuales como Jean Cocteau. En 1946 viajó a Nueva York y conoció al amor de su vida, el boxeador Marcel Cerdan, quien murió en 1949 al estrellarse el avión en que viajaba. Esto hundió a Edith en una profunda depresión, que superó a base de alcohol y tranquilizantes. Fue a la vez la época de sus grandes éxitos: "La vie en rose o Les trois cloches". En 1950 colaboró con Charles Aznavour en canciones como Jezébel; fue el año además en que triunfó en el Olympia, mientras que en 1956 lo haría en el Carnegie Hall de Nueva York. Tras un accidente, Edith quedó maltrecha y se hizo adicta a la morfina. Una larga lista de enfermedades le fueron diagnosticadas, y en 1959 se le descubrió un cáncer. Sus últimos años vivió alejada de los escenarios junto a su nuevo marido, el griego Theo Lambukas. En junio de 1961 fue premiada por la Academia Charles Cros por toda su carrera artística...

 Murió en la Provenza un 11 de octubre de 1963. Su entierro fue seguido por una multitud de mas de 40.000 personas.

 

 

RECUERDOS

DE

MARLENE DIETRICH.

 

 

-"Horrorizada de verla tirar absurdamente el dinero y con tres amantes al mismo tiempo, me comportaba con ella como una prima de provincias. Pero no se daba cuenta. Siempre se mostraba preocupada por sus emociones, su profesión, por su credulidad en todo tipo de originalidades, su pasión por el universo en general y determinados seres en particular. Yo la veía como el pájaro frágil cuyo nombre había adoptado, pero también como la Jezabel cuya insaciable sed de amor debía compensar un sentimiento de falta de integridad, con su 'deformidad' -así la llamaba ella-, su cuerpo frágil y menudo que enviaba al combate como Circe, las sirenas y Lorelei, seductora que prometía todas las delicias del mundo con aquella intensidad sin igual que le era tan característica. Me producían vértigo aquellos amantes, que debía llevar a escondidas a sus apartamentos. Le rendí los servicios que me pidió. Sin comprender jamás aquella terrible necesidad de amor que padecía, le serví bien. Me apreciaba; incluso es posible que me amara. Sin embargo, creo que sólo era capaz de amar a los hombres. La amistad era para ella un sentimiento vago, cuya sombra se prolongaba hasta el interior de su espíritu y de su corazón. Jamás tuvo tiempo de consagrarse exclusivamente a la amistad. Y tenía razón, porque sus reservas no eran inagotables. Fui su camarera en el teatro y en Versalles, también en un night-club de Nueva York donde cantaba. Cuando irrumpió la tragedia, me hice cargo de sus asuntos. Teníamos que ir a buscar a Marcel Cerdan al aeropuerto; ella estaba durmiendo cuando me enteré de que el avión que le transportaba se había estrellado en las Azores y él había fallecido. Hubo que despertarla a la hora prevista y comunicarle la desgracia. Luego llegaron los médicos y los medicamentos. Yo estaba convencida de que anularía su espectáculo en el Versalles, pero cuando lo discutí con ella por la tarde, me dijo que se atendría al contrato. Tuve que obedecer, juzgué absolutamente necesario pedir al director de orquesta que suprimiera del espectáculo el Hymne à l'amour. Luego acompañé al electricista del teatro a regular los proyectores para suavizar la iluminación. La encontré en su camerino: estaba tranquila. Había decidido cantar el Hymne à l'amour. Como todo el mundo, tenía miedo de un pasaje de esta canción: "Si mueres, yo moriré también." Cantó como si nada hubiera pasado porque nunca dio la impresión de doblegarse a la dura ley del mundo del espectáculo: El espectáculo debe continuar. Se sirvió de su dolor, de su sufrimiento, de su tristeza, para cantar aún mejor que nunca. Durante las noches siguientes permanecimos las dos sentadas en la habitación del hotel sumergida en la oscuridad, cogidas de la mano por encima de la mesa; utilizó todos los medios propios de los desesperados para mantener a Cerdan a su lado. De repente exclamaba "Está aquí, ¿No has oído su voz?" Yo la metía en la cama, esperando que la locura de la desesperación acabara por desaparecer. Mucho antes de que tuvieran lugar estos acontecimientos, Edith Piaf anunció que se iba a casar. También afronté entonces la tempestad. La ceremonia tendría lugar en una iglesia de Nueva York, y yo sería su testigo; como yo no era católica, Edith Piaf se las arregló para obtener una dispensa especial. Volvió al país de sus recuerdos y supersticiones infantiles y, en una oscura mañana neoyorquina, me dirigí a su habitación para ayudarla a vestirse. Al entrar en la habitación la encontré sentada en la cama, desnuda. La costumbre naturalmente, estaba relacionada con la creencia de que así la felicidad nunca abandonaría a la joven pareja de recién casados. Alrededor del cuello llevaba una cadenita con una pequeña cruz de esmeraldas que yo le había regalado; parecía estar desesperada en aquella habitación siniestra, a miles de kilómetros de su país natal. Cuando todo acabó regresó a Francia. Mantuvimos una tierna relación que indudablemente nada tuvo que ver con el amor. Yo siempre respeté sus actitudes y sus decisiones. Mucho más tarde, cuando se dedicó a la droga, dejé de serle fiel. Aquello era más de lo que yo podía soportar. Aunque comprendía su necesidad de drogarse, conocía mis límites. Pero comprender no quiere decir aprobar. ¿Qué podía hacer? A pesar de todos mis esfuerzos por ayudar a Edith, topaba contra un muro infranqueable: la droga. Me encontraba desesperada. Las drogas no eran entonces tan peligrosas como lo son las de hoy en día, pero a la postre eran drogas y renuncié a ayudarla. Seguí queriéndola, pero ahora mi amor era inútil. No estaba sola. Un hombre joven y devoto se encontraba a su lado. Abandoné a Edith Piaf como a una niña perdida a la que siempre lloraré y echaré de menos, siempre la llevaré en lo más hondo de mi corazón."-

Marlene estuvo más cerca que nunca de ella, y en unas navidades en Roma, colgó una cruz de oro de Cartier con siete esmeraldas alrededor del delgado cuello de Piaf, con una nota aconsejándole "Debemos encontrar a Dios". Marlene cuidó, consoló e hizo revivir al Gorrión, y cuando estuvo lista la volvió a empujar a los escenarios. Las dos estrellas estaban tan mareadas con el amor que se profesaban que, olvidaban dónde estaban. Una famosa velada en el serio hotel Waldorf Astoria de Nueva York interpretaron una versión a dúo de Mon Légionnaire... El espectáculo fué realmente impresionante, Edith y Marlene cantando a dúo.....Ese episodio las hizo grandes durante un tiempo.

 Edith Piaf murió en 1963 y fue enterrada con la cruz de Marlene.

 

 

 

Estamos ante una extraordinaria adaptación libre de la vida de una de las mejores voces femeninas de la historia... LA VIDA EN ROSA, es una gran película que ha intentado reflejar buena parte de su biografía desde la admiración, con ausencias, pero con bastante credibilidad. Su director Olivier Dahan y la guionista Isabelle Sobelman, tejieron un guión profundamente dramático, escarbando mas en la enfermedad de la cantante, que por ejemplo en sus amistades masculinas y femeninas, referente fundamental si hablamos de Edith Piaf. Olivier Dahan ha realizado un mosaico crudo, espectacular, increíble a veces, insuperable otras, pero como historiador de cine y admirador desde la infancia del "Gorrión de Paris", LA VIDA EN ROSA podía haber sido la oportunidad de que el mundo entero conociese de forma transparente como era la vida, los gusto y los amantes que tuvo. Es un film construido a base de flash back, pero en la que los saltos en el tiempo llegan por momentos a descentrar la historia como debía ser. Lo que quisiera destacar en honor del Sr.Dahan, es que en ese contraste entre el antes y el después, entre el pasado y el momento presente, no se vislumbra una vida totalmente feliz. Es una constante en toda la película el querer marcar el carácter trágico de su vida. Exceptuando los momentos en que Piaf habla de su amante, el boxeador. Para mi, secuencias de enorme ternura, en las cuales MARION COTILLARD utiliza su gama de registros, dejando constancia desde el comienzo hasta el emocionante final, que poseé una inmensa categoría de gran actriz. Destaco la caracterización de Piaf, es absolutamente soberbia, muy conseguida. Incluso hay momentos en los que tiene un cierto parecido con la Bette Davis de sus últimos trabajos. Es una película que logra cumplir su principal objetivo que, es retratar la tragedia de una vida marcada por la enfermedad, la adicción, la pobreza, los excesos, el sufrimiento... Todo esto se expresa en escenas realmente duras. Quizá su gran sufrimiento, además del de la enfermedad, fue no encontrar un autentico sentido a su vida, a su extraordinario talento, a lo que hacía. En este sentido vuelvo a destacar la magistral intervención de Marion Cotillard.

 

 

 

Jean Cocteau, gran amigo de la cantante, la tuvo siempre en su regazo, analizó como nadie a Edith...

Lo que dijo en una ocasión sobre ella:

 

-" Edith es como un gorrión que revolotea por nuestro querido Paris, puede estar desplegando sus trinos sobre escritores, pintores o escultores, pero siempre terminaba consiguiendo que todos levantáramos la vista al cielo, porque nunca Paris fué mas Paris, y Place Pigalle su lugar favorito, brillo tanto que cuando sus trinos humedecían las cuestas empinadas que nos acercaban su Montmartre. Edith Piaf era el mismo Paris."-

 

 

Quiero también destacar la banda sonora. Durante toda la película escuchamos las irrepetibles y maravillosas canciones de Piaf, y conocemos las historias que hay detrás de ellas, como es el caso de LA VIE EN ROSE, dedicada a su amor, compuesta a raíz del accidente de este. En definitiva es un film que recomiendo ver, sean o no admiradores de la cantante, porque es una película deslumbrante que habla de y desde la vida misma, y también porque nunca he escuchado tan portentosamente su RIEN DE RIEN como se escucha aquí. Es una película llena de momentos maravillosos que realmente emocionan y al que me he referido anteriormente. Como cuando le dicen que su amor, el boxeador, murió en una accidente de avión, mientras ella, desesperada y sin creerlo, sigue buscando el reloj que le había comprado para dárselo cuando llegara. Es una escena de una intensidad dramática muy conseguida y es uno de los momentos mas brillantes de la película.

 

 

No está científicamente demostrado, pero es mucho más que probable que el hecho de haber sido criada por una madre alcohólica, un padre alcohólico, la 'madame' y hombres de un burdel, toneladas de miseria y escasos horizontes juveniles de felicidad madura forjó el carácter de infierno y genio de Edith. Debió de ser Edith Piaf, a tenor de las biografías, de las crónicas, de las canciones y de las películas, una mujer imposible de clasificar. Diminuta, volcánica, ruidosa, seductora, fea, egoísta, gruñona, diva, divertida, romántica, guturalmente superdotada... genial, 'el gorrión' colapsó los escenarios de París y de Nueva York en los años 40 y 50 con una forma de interpretar la música a medio camino entre las cuatro esquinas de la sorna, el trance, el romanticismo y lo canallesco. Escuchar 'Padam, padam', pero sobre todo 'La vie en rose' o 'Je ne regrette rien', sigue poniéndome los pelos de punta, entre los que me cuento, porque la comprendo. Los que ya estaban embrujados por la voluptuosa voz del  'pequeño gorrión' y los que habían oído hablar de Edith Piaf, tanto como del espionaje entre los estados, tienen que ir al cine para ver LA VIDA EN ROSA, conmovedora película del director francés Olivier Dahan. LA VIDA EN ROSA mete de lleno al espectador en las tribulaciones de una mujer cuya arquitectura moral se cimentó en una estricta apuesta por el libre albedrío, el 'yo me lo guiso y yo me lo como' y el 'yo no me caso con nadie', aunque esto último no sé si sirve, porque de haber podido, Edith Piaf se habría casado con el boxeador Marcel Cerdan, casado y con hijos y que fué el amor de su vida, víctima de un accidente aéreo que rompió uno de los idilios más célebres del mundo. Pero lo que esencialmente permite al espectador zambullirse sin salvavidas en la leyenda Piaf es una interpretación colosal: la de la joven actriz francesa Marion Cotillard, que aceptó el encargo envenenado y muy difícil de dar vida a uno de los mitos inmortales de la canción francesa. Un reto del que podía salir embarrada hasta las cejas o cubierta de oro. Salió cubierta de oro. Cotillard contrae el cuerpo, frunce el ceño, tuerce la boca, chilla, brama, llora, bebe, se arrastra, brilla en el escenario, habla como una estrella o casi como las fulanas de Pigalle, reina sobre los que la rodean y regala a Edith el más inolvidable de los homenajes.

 

 

El cine ya retrató en 1983 el romance Cerdan-Piaf de la mano de Claude Lelouch en 'Edith et Marcel', película que no he tenido el placer de ver, pero que sintiéndolo mucho maestro Lelouch no tengo ninguna prisa, el sabor de boca del film de Olivier Dahan, guarda las mejores esencias del Paris y las gentes que siempre admiré y en la película  Dahan me los ofrece en bandeja de plata. De momento, volveré a retomar la senda de las incitantes salas oscuras para reencontrarme de nuevo con Marion Cotillard. Estructurada sobre diversos tiempos narrativos y un ir y venir de 'flashbacks' que podían haber aburrido, pero la película de Olivier Dahan no sólo sale indemne de tan arriesgados saltos, sino que se refuerza con ellos. La gloria y la fama, las flores de ruina, los contratos millonarios, la pérdida de la voz, el lesbianismo, los amores y amoríos, la morfina y el alcohol, todo fluye sin parar como el río en la grandiosa existencia del mirlo de Belleville. Dos horas y media dura 'La vida en rosa' pero, pese a ello, no hay sitio ni tiempo, o no es la intención del director, para reflejar lo que era la Francia de aquellos años, en concreto, la Francia de la ocupación nazi. Está claro que Dahan eligió solamente el retrato triunfalista y destructor del personaje, no la crónica del contexto en el que se movió el personaje, a pesar de darle algunas pinceladas en este sentido en su magnifico lienzo cinematográfico..

 

Cuando Edith tenía cuatro años, una meningitis la dejó ciega, poco después recobró la vista gracias, según explicó su abuela, al devoto peregrinaje a la iglesia de Santa Teresita del Niño Jesús, en Lisieux, que la mujer hizo con su nieta. Si los primeros años de su vida fueron difíciles, los de su adolescencia fueron peores. Cuando tenía diez años su padre enfermó gravemente y la pequeña empezó a cantar por la calle, recogiendo las monedas que los transeúntes le arrojaban. En aquellas primeras actuaciones, Edith sólo cantaba la Marsellesa, el himno nacional francés, porque esa era la única canción que conocía. Edith a pesar de no ser una mujer guapa, y de medir apenas 1,53 m de estatura, era una de esas femmes fatale que emanan un encanto especial y que hacía que los hombres cayeran rendidos a sus pies. Por su vida pasaron rufianes, artistas callejeros y después hasta hombres famosos como Marlon Brando, Yves Montand, Charles Aznavour, o Georges Moustaki. Jugaba a deslumbrar, los conquistaba y los abandonaba. También sucumbieron a sus encantos actores como John Garfield e incluso la famosísima Marlene Dietrich que, le regaló un gran diamante. Ella seguía viviendo LA VIE EN ROSE, a pesar de un terrible accidente automovilístico en el que sufrió varias fracturas. Los médicos le prescribieron morfina, a la que rápidamente se hizo adicta.

 

 

-"Durante cuatro años viví como un animal: no existía para mí nada más importante que mi inyección, esperaba con ansia el momento de aplicármela y sentir por fin el efecto de la droga "-.

 

 

 

 Piaf se inyectaba, a través de su ropa y medias, momentos antes de subir al escenario. La única vez que actuó sin morfina fue un desastre, y salió abucheada por su público. También empezó a beber sin control y sus amigos intentaron que dejara ese hábito, llegando a esconderle las botellas de alcohol, pero tampoco funcionó. De todas formas su público la adoraba. Era el ícono de Francia de la postguerra, una diva consagrada. Sin embargo, esta vida desenfrenada que no la llenaba ni la hacía feliz, era la única que tenía y la disfrutaba, la que asumía como parte de su esencia, por eso es que cada vez que cantaba a viva voz la famosa canción, que la identificaba perfectamente: NON, JE NE REGRETTE RIAN, y se le llenaban los ojos de lágrimas. Llegó a sus 46 años y sin saber cómo, encontró de pronto al gran amor de su vida. Se involucró en una relación que sorprendió al mundo. Se enamoró locamente de Théo Sarapo, un joven griego 20 años menor que ella. Edith aseguraba que éste era el definitivo y más grande amor de su vida. Se casó con él y todo el mundo pensó que se trataba de un “gigoló” que quería aprovecharse de su fortuna. Para la gente fue difícil creer en el amor de una mujer mayor y famosa con un joven adonis griego, pero Edith siempre gritó a los cuatro vientos que Théo era el único hombre que había amado. Un año después de casarse con el joven griego, en 1963, Edith Piaf murió en su casa del Boulevard Lannes a la edad de 47 años, víctima de una cirrosis avanzada y con sus facciones deterioradas debido a la morfina. Théo Sarapo fue el único heredero de Edith Piaf. Los derechos discográficos, de autor y cinematográficos fueron a parar a su cuenta bancaria. Eso confirmaba las sospechas de la gente. La imagen de gigoló, inescrupuloso y aprovechador, se extendió por todo el mundo, mientras el silencio del griego confirmaba todas esas sospechas. Siete años después Théo Sarapo volvió a ser noticia de primera plana en los periódicos. Se había suicidado. Sobrevivió hasta agotar la “fabulosa” herencia recibida, es decir, una lista interminable de deudas. La enfermedad y adicción de Edith Piaf la había dejado en bancarrota y con deudas hasta el cuello. Théo Sarapo, sin decir nunca nada y en silencio, las fue pagando como pudo, una tras otra, y así hasta dejar totalmente limpio el sagrado nombre de su amada. Cuando llegó a pagar el último centavo se quitó la vida. En su mesilla de noche hallaron una tarjeta que decía: "Pour toi Edith, mon amour". Théo Sarapo le enseñó al mundo y a sus detractores otra hermosa lección de amor. Durante los siete años que demoró pagar las deudas de su amada Edith, jamás se lo vio con otra mujer. Fue enterrado junto a ella. Al fin estarían juntos otra vez.

 

 

 

Me he sentido obligado a contar esta esta historia. Porque el mundo siempre juzga con ligereza, los prejuicios y la suspicacia empañan muchas veces el verdadero amor y las buenas intenciones. También porque Edith nos demostró que no se necesita toda una vida para amar, nos enseñó que un año es suficiente para pasar el resto de la vida con esa persona especial. La película trata de la necesidad escapista de la sociedad a los pensamientos apocalípticos, y que es apoyada por el sistema, para mantener la estabilidad.’ Pero otros pensamientos me asaltan, cuando recuerdo LA VIDA EN ROSA y la figura de Edith Piaf, el concepto del escapismo se contrapone a la noción de que la realidad es inevitable, y prevaleciente. Esta realidad se concibe como una imposición del sistema político, o como un producto o acción de la naturaleza, siendo el deterioro su proceso, y la muerte su última consecuencia. Sin embargo el absolutismo del concepto de la “realidad” depende de su inmutabilidad y en el Siglo XXI la realidad, o realismo, esta condición básica de permanencia se desmorona todos los días. Esto mientras que la épica del escapismo resuena y perdura en la memoria y en las motivaciones humanas, a mi me reconforta que esas motivaciones procedan de la injusticia con la que tuvo que arrastra una mujer que representaba a la bohemia de Paris, con una voz rasgada y siempre me lo seguirá recordándo la mas bella ciudad del mundo.

 

 

De este modo el icono de Piaf, como por ejemplo cuando su amante la toma en sus brazos, no ha perdido su vigencia. Todavía podemos visualizar una Francia arruinada por la guerra, y a su vez, bombardeada por la poderosa voz de la diva. Empalago es el adjetivo que cualquier escritor teme ser acusado al hablar del poder del amor. A pesar de ello, si se es honesto es difícil negar que uno haya visto más de una vez cantar a Judy Garland, “Más Allá del Arcoíris” sin haberse conmovido, pero nunca burlarse del fantástico mundo interior de los seres que aman. Por ello celebro el inalterable poder del mito Piaf, y temo el declive de la inmutabilidad del realismo.

 

 

 

 

Mis más sentidos aplausos para Olivier Dahan, quien se ha posicionado por méritos propios en mi lista de grandes directores franceses. Para empezar, ha logrado que la biografía de una de las cantantes más reconocidas y aclamadas de toda la historia de Francia haya llegado hasta mí con fuerza arrolladora. Yo, que estaba acostumbrado a escuchar sus temas más encumbrados y universales, como la que da título a  LA VIDA EN ROSA: "Non, je ne regrette rien", la consideraba poco más que una voz que traslucía la bohemia y el espíritu francés. Había investigado poco acerca de las circunstancias de la existencia del ser humano que fue Piaf:: La niña, la adolescente, la mujer. La artista. Todo cambió en mí desde el comienzo, en ese fantástico traveling que recorre una sala de Nueva York, observando al fondo en el escenario, la diminuta figura del gorrión de Paris...!!INSTANTE MARAVILLOSAMENTE CINEMATOGRÁFICO!!... Marion Cotillard nos regala una de las más brillantes caracterizaciones de los últimos tiempos, ofreciendo su versátil rostro y la sorpresa de una interpretación que se remonta más allá de la cámara y de la pantalla, y lo ofrece con una intensidad que rebasa el estremecimiento. Terriblemente difícil me lo ha puesto Marion, que es esa actriz para que yo pueda expresar lo mucho que me ha enriquecido los innumerables matices de su complicado papel. Creo con toda justicia que se mereció el Óscar sobradamente y a años luz de sus competidoras. Bajo un soberbio montaje que juega con los saltos en el tiempo, mostrando de un modo no lineal distintas etapas en la vida de la cantante, una fotografía esplendida que combina contrastados y tenebrosos claroscuros, sordidez y glamour y, como es de suponer, una banda sonora que nos hace vibrar a los que hemos sido seguidores de "La Môme", se despliegan emotivamente y crudamente los pasos de una mujer cuyo dificultoso ascenso al éxito estuvo repleto de miserias, pozos negros, tropiezos, caídas y terribles golpes del destino. La fama le alcanzó pese a todos los crueles obstáculos y sinsabores que se encontró, pese a su progresivo deterioro físico y sobre todo, pese a sí misma.

 

 

Gran película sobre la vida de Edith Piaf, con una Cotillard que me dejó sin palabras, con una mas que perfecta caracterización de la diva francesa. Olivier Dahan ha realizado su mejor trabajo con una fotografía y una banda sonora espléndidas. A pesar de su duración no se me hizo larga. Lo peor de la cinta es sin duda, un montaje complicado pero entendible. El no seguir una linealidad en la vida de Edith Piaf, llenándolo de “flashbacks” y no deja de sorprenderse en cada secuencia. La escena en que Edith Piaf se sube por primera vez al escenario del Music-Hall es maravillosa: El piano de Christopher Gunning silencia una voz que es imposible de silenciar y sólo con la imagen  de Marion Cotillard, la pantalla se inunda. Y es que, aún hay gente que la vida le trasporta, cuando escucha “La vie en rose” o “Je ne regrette rien”.

 

 

 

Pocas veces uno presencia una exhibición interpretativa de este calibre, Cotillard está perfecta, insuperable, como joven, como adulta, como vieja, se transforma en otra persona y te olvidas de que estás viendo a una mujer joven actuar, pasas a ver a la propia Piaf. Por otra parte la maravillosa música que lo inunda todo, una voz preciosa, canción francesa de la que ya no se hace. Estas 2 grandes virtudes hacen que los fallos se vean pequeños, insignificantes, no son las únicas virtudes que tiene, el arte que desprende, el respeto por una obra, el dolor de una vida trágica y desgraciada, un montaje interesante... Para el nivel del cine por ordenador que estamos acostumbrados a ver, son demasiadas virtudes. Siempre que la escucho me hace evocar tardes de mi infancia con la Piaf de fondo sonando en el radio-casette. Una película que hubiera disfrutado aún más si cabe si la hubiera podido ver con la persona que me descubrió a la Piaf, pero desgraciadamente ya no está mi lado... Hacía mucho tiempo que no veía una interpretación femenina tan contundente como la de Marion Cotillard interpretando a Edith Piaf. ¿Cómo hacer a partir de esta película para no identificar a esta actriz con ese personaje si ambos se han fundido hasta convertirse en una sola entidad?. Sin duda es el punto más alto del filme, sus registros dramáticos y su voz nos sacuden estremeciéndonos. La música propiamente dicha resulta indispensable, al igual que el maquillaje, vestuario y la recreación de época... pero todo, absolutamente todo queda eclipsado ante una de las mejores actuaciones femeninas de los últimos tiempos. Todo un monumento se merece esta parisina que nos contagia todas sus ganas en la composición de un personaje al que la vida ha tratado bastante mal, donde la tragedia tiñe de negro sembrando dolor e infelicidad, y donde el canto es la única forma de canalización y desahogo de penas. Es una obra de autor, una película que entra por derecho propio entre las obras maestras, bella desde su diseño artístico y visual, con cambios de tiempo dentro de la narración para contarnos en forma salteada la caótica vida de la famosa cantante. Olivier Dahan, nos regala con un guión ágil y correcto y llevándonos por un recorrido desde la dura vida desde los barrios bajos de (Belleville) la niñez de Edith interpretada por Manon Chevallier, con 5 años y Pauline Burlet, con 10 años. Mostrándonos así la lucha por sobrevivir, vivir y amar de la intérprete francesa, hasta llegar al estrellato y conquistar el mercado estadounidense y convertirse en una figura mundial y lo hace de forma impecable. Dejando claro los sucesos vividos por Edith Piaf, interpretados por una Marion Cotillard majestuosa, soberbia e inmensa, derrochando magia. Pese que imita o es cuestión de maquillaje o aunque no cante ella, lo hace realmente bien, cada movimiento, las expresiones, el porte, sus andares enfermizos del final de su vida, extraordinaria Cotillard, difícil papel dar vida nada mas y nada menos que a Edith Piaf.

 

LA VIDA EN ROSA es un homenaje digno, para una artista quizá desconocida para los menos, la cual trae como consecuencia lamentable, que algunos críticos la catalogasen como mediocre cuando en realidad es una obra de culto. Para mí seguirá siendo siempre una de esas pocas películas que te nace aplaudir en cuanto la acabas de ver...Como dice La Môme:

-" Non, Je Ne Regrette Rien..."-

 

 

 

 

El encuentro con la felicidad es uno de los deseos que nos lleva toda la vida conseguirlo, habrá gente que lo consiga y quien tampoco lo logré, tal vez porque aquello que nos rodea es ingrato o indiferente, incluso lo experimentamos y ni siquiera lo percibimos. Pero este estado aventaja el éxito profesional por un talento con el que muchas veces te dota a la gente, gracias a que al terminar la actuación y bajar el telón, la insatisfacción nos invade una y otra vez. por el recuerdo de vivencias que te atrapan como en un sótano lleno de oscuridad, sin la posibilidad de abandonarlo. Tal vez por eso comprenda a la Piaf, por eso comprendí siempre esa tristeza que la cubría y que era lo que le permitió acceder a un mundo donde las privaciones tangibles habían quedado atrás, pero no del recuerdo de las carencias afectivas filiales vividas. Esta película cuenta muy a fondo la vida incomprendida de una grande. Para alguien cómo Edith Piaf la vida es muy sencilla, sólo consiste en hacer punto y cantar, lo demás sobra. ¿Para qué más si eso la hace feliz?... Para alguien que ha encontrado cantando el refugio perfecto a sus más profundas decepciones, el medio ideal de expresar sus emociones y sobretodo la forma en la que permanecer con vida en medio de un mundo hostil y desangelado. Nadie puede decir que esperaba mucho mas de la película, porque sencillamente no es cierto, el film encierra todo y lo hace lejos de ser un film corriente. ¿Acaso las obras de un maestro deberían ser corrientes?...!!Jamás!!.. el arte es inalcanzable, contemplativo, pero se nos escurre de las manos, así debe sentirse y verse LA VIDA EN ROSA.

 

La película evoluciona a medida que Edith gana fama y en toda su apariencia se vuelve más sofisticada, aunque en su interior siga siendo pobre, la película se torna más nítida y sus imágenes intentan expresarlo todo. Algo que no se sabe muy bien qué, pero que por lo menos demuestra buenas intenciones, incluso logra emocionar, esa escena con ella en el escenario actuando dónde tan sólo suena la música es de lo más conmovedor, en una película que emociona de principio a fin. Aún así, uno logra simpatizar con la protagonista, sin caer en la divinización, llegamos a excusar sus excentricidades e incluso a reírnos con sus salidas de tono, y es que en el fondo todos somos humanos y el conocer los orígenes de alguien nos hace ponernos más en su lugar. Marion está extraordinaria en su papel, nunca vi a Edith Piaf en persona, pero si la viera estaría viendo a ésta actriz. Tanto por su caracterización física, por su forma de moverse y de andar e incluso por los gestos en la cara, desvelan que nos encontramos ante una actriz que puede darnos muchas alegrías de aquí en adelante, eso si sabe elegir bien y deja de lado proyectos como por ejemplo UN BUEN AÑO. La verdadera protagonista es la música, suena, y suena, sus canciones llegan directas al corazón, su evolución como cantante es perceptible, volviéndose su pronunciación más clara y entendible después de su 'affair' con un profesor. Es todo un festín para nuestro paladar auditivo. Por lo tanto, una película disfrutable con los sentidos e interesante en su desarrollo. Porque como decía al principio, lo de Edith Piaf  tiene mérito, transformó una vida complicada en algo sencillo: cantar y hacer punto. Y es que la felicidad está en las pequeñas cosas, o no tan pequeñas.

 

La misma Edith cerca del final, estando en su cama la última noche con vida, comenta que tiene miedo, pues le estaba fallando la memoria, y se le aparecen recuerdos en forma totalmente desordenada e incluso, sin que ella lo quisiera recordar. Cuando suena la voz de Édith Piaf, con ese vibrato sostenido, triste y canalla, observas que todo el mundo a quien toma de improviso se detiene un microsegundo, abre un poco los ojos y escucha. Luego vuelve a lo suyo, pero la pausa se queda ahí, como una coma insertada al inicio de un espacio indeterminado que se impone a la tiranía del tiempo. Édith como cantante era única y al parecer, también como personaje. Lo malo es que en ocasiones es imposible extraer profundidad entre cantante y personaje, pero la Edith que siempre amamos está levemente desaparecida y Olivier podía haber hecho algo más intenso con la vida de tan egregia figura de la canción francesa y de paso incluir LA FOULE, una de las cinco canciones que me siguen poniendo los pelos como escarpias. Pero eso es a título personal, porque bastará con "Je ne regrette rien" o "Milord" a oídos que se presten. ¿Y que puedo decir de Marion Cotillard ?...guardaba su alucinante capacidad de mímesis en su pequeña persona.

 Para mí, es lo mejor de LA VIDA EN ROSA, es como una resurrección a perfecta imagen y semejanza de la diva. Olivier ha consagrado a una actriz para la posteridad.

 

 

 

RAZONES PARA VER "LA VIDA EN ROSA".

 

 

- Ya el principio del film es de una belleza impagable.

 

-Excelente, donde deja ver sobradamente la actitud hacia la vida de esta mujer y su relación con las personas que la rodean, la música y su mundo en general.

 

-Genial trabajo de su protagonista, adaptándose a cada época llegando a cubrir más de 20 años de vida. Muy buena elección de las niñas actrices que interpretan a Piaf en su infancia. Todo ayuda a que la trama sea interesante y que obligan al espectador a estar inmerso y centrado en la película.

 

-La fotografía y la iluminación, me parecen impactantes, donde resaltan detalles y actitudes. Los planos y movimientos de cámara muy acertados para meternos en la historia sin descentrarnos. Como punto álgido está ese plano-secuencia de cinco minutos que resulta un baile entre la cámara y la actriz, todo ejecutado a la perfección.

 

-Los saltos en el tiempo muy interesantes pues no son los típicos de otras películas, se basan en los sentimientos que sufre la protagonista cuando ella recuerda sus vivencias. En cierta manera, nos introduce en la memoria de la protagonista. Y la memoria siempre es confusa y pocas veces lineal.

 

-LA VIDA EN ROSA cuando termina, te deja clavado en la silla sin poderte levantar.

 

 

 

-Hay cientos de momentos que preservan una inmensa cantidad de vitalidad, de entrega y de arte: por ejemplo la primera vez que Piaf canta en un teatro, y los espectadores no oímos su voz, sólo vemos sus arrebatadores movimientos; o todo el episodio en Nueva York, bañado por una luz ausente en el resto de la película, repleto de miradas y silencios entre Cotillard y Martins, que interpreta espléndidamente al boxeador Marcel Cerdan, el combate de boxeo con “Mon Dieu” de fondo; el angustioso travellig de Piaf buscando a Marcel, sonando como fondo “L'Hymne A L'Amour”; o todo el Requiem final. Y por supuesto, es a Marion Cotillard a quien hay que agradecer esta lección de arte. Es ella quien resucita a Piaf de por vida. Tanto en su caracterización externa como en su fusión emocional con La Mome, la joven y bella actriz desgarra su alma y carga sobre sus espaldas el rotundo y frágil carácter de Edith Piaf, de manera tan perfecta que resulta casi aterradora. Hay tal profesionalidad y entrega a su personaje, que Cotillard eleva la película a puntos de una emoción tan fuerte como la que provocaba Piaf con su música. Y aquí, la música, el amor, la vida y la entrega total a la pasión que guía su vida, nos la sirve Marion Cotillard a través de la personalidad de Edith Piaf; o Piaf a través del cuerpo de Cotillard.

  

Cuando escucho a Edith Piaf y en especial "No je ne regrette rien" mi cuerpo siente un soplido entre escalofrío, admiración y tensión. Por fin descubrí que siempre ya sea escuchando un disco o viendo películas como esta, me embriago, determinados acordes logran que me estremezca. Por fin, una voz, una orquesta y una película ha conseguido despertar estos sentimientos.. Película larga, como también lo es este articulo que me ha salido del corazón, pero si pudiera daría mas metraje al film y mas comentarios sobre la cantante mas importante de todos los tiempos. De eso estoy totalmente seguro.

 Escribir sobre LA VIDA EN ROSA está siendo como un orgasmo no controlado.

 

 

 

Jean Cocteau dijo:

-"Es como un ruiseñor en Abril, que sufre y se ahoga, cae, pero saca fuerzas, vocaliza...y nos conmueve"-

 

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